viernes, 24 de octubre de 2014

La energía de los esclavos, Leonard Cohen 1972


Leonardo Cohen, poeta y músico; aunque la poesía surgió primero antes que la música. Del corazón de la poesía saltó a la garganta de la música. Los poemas de este libro se los puede leer de una sentada, porque es corto, pero tiene el exquisito sabor de volverlos a probar, cada vez con más escepticismo en el papel íntegro del poeta, sino con alejamiento que nos da la perspectiva de probar algo nuevo, que no es poema, sino una conversación desde muy dentro de su energía de artista, algo indescriptible, con pocas palabras, y silencios nos va dando caricias a manera de latigazos de un corazón de esclavo. 
El libro comienza con una advertencia en el primer poema que dice que nos negamos a darnos por vencido y a llamar poesía a la oscuridad. Verso que no pasa desapercibido, porque parece la antesala a los siguientes 39 poemas del libro, cargados de una suave, tenue, elegante oscuridad, como si Leonardo Cohen estuviera dándonos platillos de gourmet, ensaladas de oscuridad, de modo frugal. 
La palabra esclavo se repite en unos cuantos poemas, en el poema 9 dice:

Ella reserva un desprecio especial
para los esclavos de la belleza
Les deja que la vean morir.

Esclavo de la belleza. Esclavo del amor. Esclavo de la pasión. Esclavo de las mujeres. Esclavo de la poesía. Esclavo del esclavo. Esclavo de la imaginación. Esclavo de la música. Esclavo de la soledad. Es el sabor del libro. Es un libro descreído de la poesía, se siente que no tiene aquellas emanaciones que tienen los poetas, ese desespero, sino que lo hace con moderación, jugando con las palabras; incluso tiene un tono serio, excepto en raras ocasiones, que juega con ese dolor-humor. En el poema 13 dice:

Nunca supe
        hasta que te diste media vuelta para irte
que tenías el más perfecto de los traseros.
Perdóname
       por no haberme enamorado
de tu cara ni de tu conversación.

Tiene ingrediente de humildad, o quizá de reconocer que lo suyo no es la poesía, expresándolo con poesía. En el poema 16 dice:

Necesito
la compasión de mi propia atención
Quién podría haber adivinado que el corazón envejece
del contacto con otros.

El comienzo del poema 29 es bueno, inolvidable:

Muero 
porque tú no has
muerto por mí
y aún así
el mundo te ama.

Poemas para todos los gustos, sabores y colores, eso es este libro de poemas o quizá de gourmet y platillo, poemas como su música que hay que escucharla despacio, en silencio y sin esperar mucha energía.

Santiago Quelal Pasquel, 24 de octubre del 2014.

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