La droga La más inofensiva, la más sana, la que nunca produjo salpullido a nadie; la que hasta ahora que yo sepa a nadie le ha pasmado la alegría; la pájara, la pajarita que nos hizo volar sin ser aviones; la que a mansalva nos hizo sudar miel, quedar absortos hasta sacar en conclusión que el mundo lo teníamos cogido como a una lagartija por el rabo. Ese licor, o si usted lo prefiere esa licora que nos hizo espumear sin ser cerveza, que nos hizo calor en pleno frío. La rica, la pura gozadera que no daba adicción ni efecto de rebote ni sueño dependencia y así todo al respecto. La bizca, la bizcacha, la tuerta, la tuertacha que nos hacía ver todo bonito y de colores Esa descabellada primavera, ese frescor sin nombre, ese aroma sin cara, esa borracha borrachera que nos exacerbaba el apetito para que devoráramos las fechas y las calles. Esa droga, ese placebo que no era cocaína, ni peyote, ni crak, ni L.S.D. ni marihuana; esa droga que en nada coincidía con un ave y sin embargo era más ave que las aves. Esa destartalada, esa chúcara fruta que nos hacía sufrir delirios de grandeza, alucinaciones, vahídos y sin embargo teníamos Más salud que los toros. Esa recontramuerta, esa enterrada viva droga de la juventud. |
miércoles, 29 de octubre de 2014
Euler Granda, la droga
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