martes, 29 de septiembre de 2015

353) Tres ataúdes blancos, Antonio Ungar. 2010. Novela sabrosa como comer canelones con salsa napolitana sangrienta.






Hace tiempo que no leo un libro tan divertido y crítico a la vez. Es una comedia política, que tiene sus fallos de verborragias, sí, pero que esos mismos errores son suplantados por su incesante lenguaje irónico contra toda la peste política que aparece en su novela. Antonio Ungar crea un mundo donde existe un país latinoamericano llamado Miranda, en el que aparece un presidente llamado Del Pito. El hombre es la simpatía, la verborrea y las luces públicas andando, así que sus contrincantes políticos deben ser callados, trompeados, despotricados de cualquier manera. Asesinar sus almas contra el partido único e insoslayable al que pertenece el honorable Del Pito. 

Del otro lado también está el opositor y simpático Pedro Akira. 
No lo puede hacer frente porque él muere al inicio de la novela mientras 
comía canelones en salsa napolitana.

Acabado con el opositor, aparece el mismísimo narrador, un tipo antisocial, ácido que suplanta a Pedro Akira, por su parecido físico.

El narrador -José Cantoná- vivirá aventuras delirantes, amorosas, cómicas que dejarán al descubierto la roña política, el germen asqueroso de los políticos. Él se transformará en Pedro Akira, gracias a una guerrilla de conciencia del partido opositor en contra Del Pito. 
Lo hace pero no puede suplantar su espíritu a pesar de los ensayos de conferencias, cedés, y videos en internet. De cómo habla, de sus maneras, de sus vocecitas frente al micrófono y su sonrisas de maniquí emplasticada en formol. 

¿Qué carajo hace la gente cuando se entera de que su salvador está muerto?
Pues que su misma salsa napolitana -salsa mirandeña- le perseguirá para darle cacería al muy hijueputa.

Hay errores de verborragias?
Sí. Para mí sí. Nombrecitos como Del Pito. La ubicación de Miranda no es más que una Colombia en otra dimensión con los mismos treinta millones o más. No se sabe mucho de Miranda. La verborrea del narrador protagonista es mucha mierda sin patas, pero divertida, se burla de sí mismo y de lo que está contando hasta matar capatapultas con pájaros.

Buena novela. Claro. Buena prosa. Simón. Vale darle un vistazo a este pedazo de novela, que te va a enganchar y te va a hacer reír y llorar y saltar de tu ataúd.
Novela sabrosa como comer canelones con salsa napolitana sangrienta.