sábado, 6 de mayo de 2017

2015) Los escritores de la élite y el poder, Santiago Quelal Pasquel





    Desde muy joven entendí que los escritores no eran muy visibles en el diario vivir de la gente. Eran como un mito, estaban muertos, o andaban de parranda en algún lugar de la cultura de élite; pocas veces en la cultura popular. Ellos estaban siempre un peldaño más arriba, por encima del ciudadano medio. Pronto entendí que siempre fue así, porque la cultura de élite y los escritores que pertenecen a su círculo no son aptos para cualquiera, sino para unos pocos iniciados por razones intelectuales, económicas y políticas. Muchos de los escritores de élite se quedan ahí, en lo innombrable y nunca bajan de su nube, no se codean con la cultura popular. No para la chusma, sino sólo para los entendidos en materias tan elevadas, dignas de apreciar en tertulias casi sagradas.
    Los escritores no están en las universidades, en los buses, en el semáforo, en el mercado, en un restaurante como otros artistas. No, su pluma elevada no lo permite. Ellos forman parte de un grado más arriba de toda la cultura grosera, percudida, vulgar. Fuera de la cultura de masas. De esta manera, pronto, se forman círculos cerrados, aptos sólo para amigos, pajes, servidores y esclavos; juntos estudian la materia de Relaciones Públicas y la manera más eficaz de seguir escalando en la Escala Social, inmiscuirse en los Medios Públicos a como dé lugar y pronto, lo más pronto mejor, tener un puesto en el ansiado círculo de escritores de élite. Enrique Serna, en su libro Genealogía de la Soberbia Intelectual, estudia este tema a fondo. No es algo nuevo. Siempre ha existido. La cultura de élite y el poder dice lo que hay que leer, aprender y estudiar. Las cosas son así de claras. 
   El arribismo entre los escritores es una cosa grosera, en grados elevados; sobre todo en Quito. Históricamente, el quiteño siempre fue así, en esencia un arribista, alguien que aparenta lo que no es, un trepa escala social y cultural a como dé lugar, para entender mejor este fenómeno hay que leer El Chulla Romero y Flores de Jorge Icaza. Sin embargo, no es un fenómeno nacional, sino a escala latinoamericana y mundial. El escritor mexicano Gabriel Zaid, en su ensayo El Secreto de la Fama, acuña un término muy divertido para referirse a la persona que se forja un reconocimiento dudoso, lo llama el mediocre habilis, a aquella persona que hará lo que tenga que hacer en su condición de trepa social cultural: favores, intrigas políticas, aparición en los medios. Al fin el talentoso en Relaciones Públicas llegará a ser un maestro mediocre habilis y pronto a la fama y al poder y a la élite.
  La pregunta de un casi realismo mágico que se me ocurre es existen los escritores. Existen en el diario vivir de la gente, o ese peldaño superior es casi invisible para la cultura popular. Es la pregunta básica. Rosa Montero, cuenta, en una de sus incursiones culturales en una escuela, que una niña no se apartaba cuando la vio ingresar, que no la dejaba de mirar, cuando Rosa Montero le preguntó qué era lo que deseaba la niña, ella dijo a manera de revelación inocente: Yo creí que todos los escritores estaban muertos. No se necesita una respuesta, porque lo que la niña dijo ya es una revelación muy profunda. 
     En algunos viajes en ciudades del Ecuador, con mi mochila llena de mis novelas o libros de poesía, he tenido la oportunidad de escuchar algo muy opuesto a la sentencia de la niña, al momento de vender mis libros. No es algo que me alegra, sino que me aterra, porque me lo han dicho en numerosas ocasiones y es la frase casi calcada, a veces un poco alterada, pero que en esencia es la misma: Te voy a comprar tu libro, para acordarme cuando seas famoso. La gente que me lo ha dicho ha perdido ya su inocencia, esa hoja en blanco creativa de su mente. Esa respuesta no es su respuesta genuina, sino manipulada por el afán de que todo lo que es famoso, divulgado en los grandes medios, tiene que ser bueno y valioso. Nadie quiere ser desconocido. Todos quieren ser famosos. Es una nueva enfermedad recién detectada en esta sociedad.

El escritor es un verdadero artista en este siglo.
Quién sabe. No hay respuesta.
Es una página en blanco lista para escribirse.











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