domingo, 30 de abril de 2017

336) El trauma de ser rockero, Santiago Quelal Pasquel




  A veces, cuando vas a un concierto de rock, metal, o derivados estilos de esta música, te das cuenta de lo uniformes que son al vestir y pensar. En general se habla de libertad y de letras contestatarias con el sistema imperante; pero si te quedas a un lado de la vía, reflexionando, fuera de todo el grupo y el rebaño, descubres las inconsistencias de la mal llamada libertad en el rock, y en última instancia el trauma de ser rockero.
 Antes de exponer las razones por las que creo que considerarse un rockero es un trauma social, debo confesar que me encanta el rock y el metal, además de otros estilos de música; por lo tanto respeto a quienes se creen heavys, rockeros, metaleros, blackeros, punkeros y otros eros que ahora no quiero acordarme.
  En esencia, ser rockero no significa amar la música del rock y el metal. No es necesario identificarse con el concepto que ha creado la cultura del rock para amar esta maravillosa música. Por lo general la gente cree ser rockero por razones sociales, para no estar fuera del rebaño. Los grupos sociales, políticos, culturales, evitan la disgregación y la atomización del pensamiento con el fin de la uniformidad, para manejar a un enorme grupo fácilmente.
  Esto causa que la gente y en este caso el llamado rockero piense, actúe, se vista, disienta de manera parecida. Esto genera conflicto y estupidez del entendimiento del prójimo, de lo diferente, de la función de la otredad; de manera particular en este siglo, donde cada vez el Pensamiento Complejo  y La Complejidad que estudió el sociólogo francés Edgar Morín abarca cada parte de nuestra vida. Nuestros zapatos son fabricados en China, nuestro pantalón en Ecuador, nuestra camisa en Taiwan. Esta complejidad no sólo es en lo interior, sino en el pensamiento. Al entender lo distinto, lo variable, se puede realizar una desestructuración de ser un rockero en varios elementos y constructos de pensamiento. Al final de esta desestructuración se concluye que el sujeto es absorbido en mucho porcentaje de pensamiento por el objeto. El sujeto es la persona, el objeto es el concepto de ser rockero. Entonces, si tú te crees un rockero, no eres una persona íntegra, sino que tu pensamiento está muy socavado, fracturado por ósmosis social. Estás traumado. El ser rockero no es el ser que tú eres, sino que te apropias de ese concepto por falta de tono para seguir tu propio camino y conocerte a ti mismo.
  He asistido por veinte años, de manera muy aleatoria, inconstante, a conciertos de rock metal y esa uniformidad es muy enfermiza. La putrefacción y el fanatismo de los rockeros llega a su máximo apogeo cuando utilizan las palabras como novelero, o poser, es cuando mi límite de tranquilidad se acaba y me enfado interiormente. Me da mucha pena y rabia quienes utilizan esas palabras fanáticas para defender a su rebaño. En esencia es eso, defender a sus borregos de lo diferente, de la alteridad. De entender al otro, a su esencia, su proceso y su propia construcción mental. No, ellos critican por cosas superficiales como vestirse con camisetas de bandas de rock sin saber de ellas, no asistir a conciertos de rock, no apoyar a las bandas nacionales y un montón más de cánones que la élite del rock necesita por varios intereses de poder, dinero y alienación. Estas personas son idiotas al no poder dejar su maldito ego colisionado, socavado, fragmentado socialmente por muchos factores, pero imbéciles por no construirse a sí mismos. De pararse con sus propios pies. Ellos no conocen, ni conocerán el corazón del otro. Tampoco el suyo.
  Ser rockero es un trauma. Una fragmentación. Una guerra contra los demás y contra ti mismo. 

  Maduren rockeritos.

  !Viva el rock y el metal!








viernes, 28 de abril de 2017

337) Suicidio En Vida, Santiago Quelal Pasquel


   Muchos años me ha rondado en la cabeza suicidarme en vida. No es la muerte real, obviamente es una muerte romántica, que ha rondado en las mentes de muchos artistas y pensadores desde hace mucho tiempo. Quién sabe si desde que somos auto conscientes y nos vemos separados de otras personas, como un ser humano distinto, dispuesto a construirse dentro de una sociedad, una cultura y a raíz de nuestras decisiones en nuestra vida. No morimos al final, dice Mario Mendoza en una entrevista, en Presencia Cultural. Morimos en la vida muchas veces. Morimos en la vida en momentos cruciales... Somos muchos, somos varios... Morir es un tránsito entre uno y otro... Quien no aprende a morir, está condenado a ser él mismo siempre, una y otra vez. Yo creo que a lo largo de cincuenta, sesenta, setenta años, es muy farragoso.
   Nadie enseña a morir en vida, a enfrentarse al suicidio romántico, pero que en esencia es muy práctico. Hay un quiebre en la vida en el que no podemos más. Nos cansamos; ya sea en una relación de pareja, en un grupo de amigos, familia, religión, forma de vida, ciudad. Hay que dejarlo todo, despedirse, y saltar al vacío. Dejar morir a ese yo, a ese ego, o como quiera llamarse.
   El problema según Krishnamurti, en una de sus tantas charlas con el psicólogo científico David Bohm, es la acumulación de imágenes que creamos en nuestro cerebro, el significante, y la imagen acústica lingüística. Es decir que a lo largo de una etapa de la vida almacenamos muchas cosas, como amigos, costumbres, rutinas, incluso una imagen muy férrea, inamovible de nosotros mismos. Hay que tener un tono y un ritmo muy delicado de reflexión para distinguir en el estudio de qué somos realmente, qué es nuestra autentica construcción personal y qué es lo que hay en nosotros que es parte de la Hegemonía del Pensamiento y el Constructo Social Determinado, el Hegemón, lo que nos es impuesto por el constructo estatal, social, cultural y político. Hay que escarbar profundamente para encontrar qué somos realmente y encontrar nuestra autentica construcción, qué queremos dejar que viva en nuestra vida. y qué queremos dejar que muera. La pregunta básica es Te construyes en tu Auténtica Vida, con toda la Valentía, Honor y Dignidad o Eres una Marioneta Ciega Guiada Por El Rebaño, el Miedo Social y la Ignorancia.
   Sí al Suicidio y Reencarnación en Vida. No a la Muerte en la Muerte dentro de la Muerte en la Vida. Sí a la Renovación. No al Sopor y Modorra al Enfrentarse a Uno Mismo.
   Cuando vi morir a mi padre en el 2016, sentado en una cama, agonizando, me di cuenta en la práctica de que no sabemos nada de la muerte física, ni de lo que viene después; pero, cuando sostuve su mano y sentí el último calor de su cuerpo, antes que se enfríe y que cada uno de sus músculos ya no reaccionaran más, muchas imágenes se agolparon con fuerza, violentas algunas, suaves y tiernas otras. A toda velocidad. Como un collage de lo que fue mi vida con mi padre. No lloré. No sentí Nada. Entré al Vacío. Simplemente entendí que las imágenes almacenadas en mi cabeza, de lo que Yo, particularmente, en mi visión, idiosincrasia desfilaban. Y todas se iban al Agujero Negro de Mi Conciencia. A veces para Recordarlas, a veces para Olvidarlas.  Entendí que eso era la muerte de la que sí conocemos, es el vacío, es el olvido, como el título maravilloso de la novela de Héctor Abad Faciolince, El Olvido que seremos.

        Hay que suicidarse en vida.
        Hay que ser un shamán.
        Entrar en otra piel.
        Entrar en la piel del camaleón.
        Del artista de las mil caras
        y un corazón;
       para que cuando llegue el día final de nuestra vida física
       la muerte encuentre muchos personajes
                                                                               y no sabrá quién es el verdadero.

somos mentira
somos ficción.
       
        
     









domingo, 23 de abril de 2017

339) La Sociedad del Cansancio, Byung Chul Han, 2012



El cansado tiene un gran corazón
Maurice Blanchot

Todos nosotros deberíamos jugar más y trabajar menos.

Entonces produciríamos más
Byung Chul Han



Estamos viviendo una sociedad acelerada, de frecuentes cambios, de relaciones fugaces, lo que el sociólogo polaco Zigmunt Bauman llamaría una sociedad líquida. Todo tiene que ser rápido,veloz; pero al mismo tiempo eficiente y positivo. El animal laborans en que nos hemos convertido en el siglo XXI tiene que producir, estudiar. Hacer y hacer y hacer. Tenemos múltiples tareas que se generan debido a las obligaciones impuestas y autoimpuestas. Trabajo. Relaciones. Deportes. Objetivos. Metas, Objetivos. Todo tiene que ser de alto rendimiento.
Desde el colegio nos torturan con la idea de llegar al éxito, obviamente un éxito preestablecido por las normas para el bien de una sociedad de consumo. Para ser un ciudadano respetable. De obtener un título, buenas notas, que en muchos casos sólo sirvió para limpiarse el culo. Byung Chul Han, en este maravilloso ensayo, añade que esta sobrecarga de positividad está generando enfermedades neuronales, patológicas, como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y el trastorno de límite de personalidad. Esta teoría la podemos contrastar con los datos de la OCDE, que debido a las exigencias de una sociedad competitiva Chile ocupa el segundo lugar, luego de Corea del Sur, en tasa de suicidios. En este contexto, llama la atención el aumento de los suicidios en la población joven. A nivel mundial, se trata de la segunda causa de muerte entre las personas entre 10 y 24 años.
La sociedad entera está enferma de este exceso de positividad. Es una sociedad violenta, en el sentido de la autoexplotación de trabajo, superproducción, superrendimiento y supercomunicación. Estamos saturados, lo que genera depresión y el sentimiento de fracaso para quienes no logran rendir lo esperado por los cánones de la sociedad. Es cuestión de prender la televisión y mirar por ejemplo, los deportes. Es un claro ejemplo a qué límite casi inhumano hemos exigido, lesionado nuestro cuerpo para generar la maquinaría competitiva en el fútbol, básquet, tennis, juegos olímpicos. Los deportistas ya no se divierten, sino que tienen que cumplir las expectativas de quienes han formado todo ese circo sin sentido de la generación del deportista de alto rendimiento. Obviamente orquestada por los millones de dólares y la propaganda para mantener a los hinchas y al ciudadano bien dopado.
Alan Ehrenberg en La Fatiga de Ser Uno Mismo, 1998, advierte: El individuo soberano, semejante a sí mismo, cuya venida anunciaba Nietzsche, está a punto de convertirse en masa. Paradójicamente, en el siglo XXI esta sentencia ya ha llegado, pero ese sí mismo utópico ya está suplantado por las obligaciones de la sociedad y por uno mismo de esta sociedad líquida. Al animal laborans, el que se explota a sí mismo atribulado por el exceso de tareas, lo que genera depresión.
Byung Chul Han en el capítulo Vita Activa, expone:
La sociedad del rendimiento no es ninguna sociedad libre. Produce nuevas obligaciones. La dialéctica del amo y el esclavo conducen finalmente a aquella sociedad en la que todo aquel que sea apto para el ocio es un ser libre, sino más bien a una sociedad de trabajo, en la que el amo se ha convertido en un esclavo del trabajo, En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados. Y lo particular de este último consiste en que allí se es prisionero y celador, víctima y verdugo, a la vez.
Estamos supercomunicados. La aparición de las redes sociales y su utilización excesiva ha generado, de manera contraria a lo esperado, menores vías de comunicación en la vida real. La gente ya no habla. Es el siglo de la soledad.
Hermann Melville, en su relato Bartleby, el escribiente ya advirtió esta Sociedad de Rendimiento con ese magistral Preferiría no hacerlo, en contra de Wall Street, la vida agitada del trabajo, de las exigencias y de una sociedad en decadencia humana, según Deleuze, Bartleby no es el enfermo, sino el médico de una América enferma, el nuevo Cristo, o el hermano de todos nosotros. 
Comúnmente, esas frases clichés como Sé algo en la vida, Haz algo en la vidaObtiene un Título, Sí se puede, Yes, we can, no están generadas de ideas humanas de esperanza, corazón y conocimiento de uno mismo. No. Para nada. Están generadas por el monstruo apocalíptico de una Sociedad de Rendimiento, una Sociedad de Atribulaciones, Exigencias, una Sociedad de Culto al Dinero, una Sociedad Consumista.

Que Descansemos en Paz.