Ray Bradbury, El zen de la escritura.
Este título se me ocurrió en el evento al que asistí: Novela Latinoamericana para el Siglo XXI, (del 21, al 23 de septiembre del 2016, en Quito), en el tuve la oportunidad de asistir el último día y escuchar las ponencias de Sandra Araya, Jorge Izquierdo y Cecilia Velasco con el tema de La novela ecuatoriana para el siglo XXI. No quiero centrarme en su ponencia, sino en cómo se me ocurrió el título. Jorge Izquierdo contó una anécdota irrisoria, vergonzosa según él, que les obligaron a firmar un acta en una notaría, para poder presentarse en el auditorio y realizar su ponencia. Algo que para Jorge Izquierdo fue humillante, mientras seguía hablando me di cuenta que muchos escritores, no sólo de este país, sino de muchos más, están obligados a rendir cuentas a las entidades culturales, editoriales, a trabajar de otra cosa que no sea la escritura para poder vivir. Algunos escritores en el siglo XXI se han vuelto casi los burócratas, políticos de la literatura. Los maestrantes, doctores, enfermeros, Phd, Hdp, académicos hasta el aburrimiento; demasiado "inteligentes" y se han olvidado de la parte mágica del arte: la pasión, la pasión, la pasión, esa inocencia creativa, dentro y fuera de sus vidas.
No creo que sea un asunto de Ecuador, sino de este mundo. El capitalismo, el "ganarse la vida" te obliga en muchas ocasiones a rendirte, a ser como los otros artistas y no seguir tu camino. Se han olvidado que la escritura es un juego, es una diversión que la traemos con esa pasión, ese fuego interior que es capaz de crear cosas nuevas. Aunque parezca mentira, el tema de la pasión en la literatura es todavía un tema tabú, se lo habla entre dientes, con una sonrisa sarcástica, de una manera solapada. Como si no fuera importante en los temas abordados por las ponencias en la literatura. Yo nunca he visto, ni he escuchado hablar una ponencia con ese tema en los círculos literarios de élite, siempre están hablando de temas cansinos como que no tienen espacio, nadie les da apoyo, nadie les da dinero. Temas burocráticos, casi policiales, relegando a la creatividad y la pasión de un escritor, como si fuera un lisiado, un damnificado. Si se habla de pasada es en las editoriales independientes no corruptas, sino creadas por pasión y amor. Así de simple.
En los talleres literarios a los que he asistido tampoco se habla de estos temas intensos. No se practica mucho la pasión. Le tenemos miedo a nuestro desborde, a nuestra pasión. Esa fiebre incontrolable, los doctores y enfermeros de la literatura les dan su medicina y les dicen que no, que se comporten con moderación y que atiendan a la clase que ellos imparten. El resultado, por lo general es que se crean escritores que no tienen ese fuego interior, ese corazón envuelto en llamas, valiente, íntegro, honesto, que está dispuesto a jugarse la vida en su obra literaria. No, primero está el miedo al qué dirán mis colegas escritores, mi familia, mis amigos, el profesor del taller literario. La rebeldía queda pisoteada, humillada en el estiércol de la vida.
En mi opinión la pasión es el combustible que mueve al arte, en especial a la novela. Así como existen novelas cerebrales, matemáticas, existen novelas con sentimiento, con pasión. Orhan Pamuk, en su libro El novelista ingenuo y el sentimental estudia aquella dicotomía entre los novelistas y lectores que se creen su historia, que la viven, con corazón, con esa ingenuidad y los que no son aptos para vivirla, que no pueden leer novelas porque son demasiado racionales. Pero para escribir novelas se necesita ingenuidad y sentimiento, porque son parte del mundo creado por el escritor.
Mi pregunta básica, sencilla y compleja a la vez es: sientes esa pasión cuando escribes? Parece ingenua, pero no lo es, parece fácil la pregunta, pero a la hora de escribir tiene consecuencias racionales, técnicas, de persuasión a la hora de escribir un poema, y muy en especial una novela. sales a la calle, a la ciudad a buscar, o que te encuentren tus personajes?, estás atento con esa mirada curiosa y apasionada para crear tu mundo?, te da ganas de saltar, de bailar cuando escribes?, así como lo hace Pedro Juan Gutierrez con una salsa, Xavier Velasco con el rock, o Hernán Rivera Letelier con el silencio. A mí me ha pasado, que en medio de una novela, o al acabar un capítulo una energía, pasión, o lo que sea que eso sea, me embargue el cuerpo, la mente, las entrañas y me encuentre a mí mismo con una sonrisa y bailando un baile nunca antes visto. Te disfrazas de tus personajes?, así como Enrique Serna, se dejó el bigotito, y reconstruyó la figura del dictador Antonio López de Santa Anna en su novela El seductor de la patria. Debe existir cientos de historias de ese tipo, muchas desconocidas dispuestas a ser investigadas. Conoces el lugar en el que tus personajes van a existir?, elaboras mapas y conoces el lugar antes de escribir como Mario Vargas Llosa en su novela La Casa Verde?, o lugares imaginarios como Haruki Murakami en novela El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas?, investigas a tus personajes y su vida psicológica en la vida real para extrapolarla en la novela como Torcuato Luca de Tena en su novela Los renglones torcidos de Dios?, todo eso forma parte de la pasión de un escritor a la hora de escribir una novela
Xavier Velasco, un escritor al que admiro por su pasión, dijo en una de sus entrevistas de manera jocosa, que la literatura es pura pasión, puro dejarse llevar por la historia, un juego que olvidamos de niños y que lo ejercemos de adultos. Es que eso, es un juego maravilloso en el que inventamos nuestras historias que se le olvidaron a nuestro corazón. Somos niños apasionados con una mirada en el juego de la creación y que a veces la confundimos con nuestra propia vida y la de los demás.
Bueno, hay tanto que hablar, estudiar en este tema, que me apasiona tanto, que hablarán los nuevos escritores del siglo XXI, escribirán libros que abran nuevas puertas de creatividad, porque aunque no parezca cierto, la pasión está en pañales en su estudio racional y abrirá nuevas formas de hacer novela, poesía. Juan Francisco Ferré, autor de Karnaval y otras novelas interesantes, dijo que la novela es un género que está por experimentarse y trabajar mucho más en este siglo. Yo creo que estamos recién en el veinte por ciento de las posibilidades que puede existir en la creación de una novela, no sólo en su técnica sino en la forma que el escritor sale a la calle como Don Quijote a inventar su mundo.