Se trata de la historia entre un perro y un vagabundo. El perro se llama Mister Bones, de una inteligencia y sensibilidad muy elevada, al llegar al punto que el perro pueda entender en cierta medida el lenguaje de William Gurevitch; quien es su primer compañero de viaje; él es un poeta excéntrico, que se vuelve un vagabundo medio chiflado después de ver en un comercial de televisión a Santa Clauss hablarle.
Una novela emocionante, con mucha ternura y dolor, en la cual los estos personajes que recorrerán aventuras en los fríos inviernos de Brooklin. Mister Bones, es uno de aquellos personajes en los cuales Paul Auster entrelaza los sentimientos de los perros con los humanos, y esa sutil línea que los separa. Sin duda existe esa semejanza entre el personaje de William Gurevitch, que trata con todas sus fuerzas racionales e irracionales de entender qué era lo que sentía su cachorro Mister Bones, regalarle mucha confianza y darle toda su atención para investigarlo. Mister Bones no se apartará de su poesía, de aquella poesía callejera en cada basurero, resquicio de comida, olor de perro, huesos roídos, y de a poco llenará esa consciencia en la mítica Tombuctú, aquella metáfora de la variedad de humanos, asfalto, sensaciones, lenguaje que forman ese lugar de vagabundos, que sólo en el desafío de la luz, de un ladrido, del tráfico de la autopista se conocerá.
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